jueves, 26 diciembre, 2024

El «No hay plata» llega a la interna del PJ, la nueva polarización y el segundo tiempo de Macri

PJ: ¿Y ahora quien pone las urnas?

¿Aplica a Cristina la calificación de Lamartine sobre Robespierre? «Era incapaz de distinguir entre el disidente y el traidor» (Histoire des Girondins -debo la referencia a Julio Raffo, lector de todas las épocas). La expresidenta no se caracteriza por sus aciertos estratégicos; acumula en su biografía derrotas y elecciones fallidas (como la de sus vices), pero cabe darle un margen de duda a la guerra que lanzó contra Axel Kicillof y el peronismo del interior en el cierre de las listas para conducir el PJ.

Ese envión, que puede describirse como un impulso sectario, pone en peligro la principal herramienta que tiene hoy el peronismo para enfrentar las elecciones del año que viene con la ventaja competitiva que es la unidad. “Sabido es que, en el alma enérgica de un sectario, cualquiera convicción profunda se trueca en secta” (de nuevo Lamartine).

Desde el cierre en la madrugada de este domingo, se abrió un período de revisión de las fuerzas en competición que puede llevar el trámite partidario a la Justicia. Este martes los apoderados de Ricardo Quintela harán una presentación judicial para reclamar herramientas de procedimiento y de transparencia sobre las elecciones previstas para el 17 de noviembre.

Hasta el cierre empujaron a sus adversarios del AMBA para una postergación de las elecciones que permitiera resolver la falta de fondos y de logística para una elección nacional con un padrón de más de 3 millones de afiliados (con precisión, 3.123.256). Nunca el PJ hizo elecciones por las autoridades partidarias.

Para candidatos hizo la de 1988, en las que Menem le ganó a Cafiero. Antes de aquella mítica primaria, el PJ eligió conducción con lista única: Cafiero presidente del partido, Menem vice, con la condición de que habría interna para presidente, con la Argentina como distrito único. Eso permitió la candidatura de Menem en 1989.

¿Y la plata?

Los apoderados del PJ le pidieron al Gobierno que le entreguen 6 mil urnas. Les respondieron que sólo tienen 3.200 y que se las pueden prestar -con devolución, aunque son de frágil cartón corrugado-. Para las elecciones presidenciales del año pasado, el correo repartió 108.111 urnas. ¿Alguien tiene plata para pagarlas?

Harán una presentación para reclamar fondos de las partidas previstas para la actividad partidaria. Consideran que, según el Código Electoral, el Estado está obligado a subvencionar las elecciones internas de los partidos. Ya les respondieron, sotto voce, que no hay plata.

¿La hubo para la interna de la UCR de Buenos Aires? Tampoco. Algunos mirones juran que la gobernación auxilió a la lista perdedora de Lousteau-Manes con viandas para sus fiscales en algunas mesas. Como se comieron todo, es hoy incomprobable.

Electorado unido, dirigentes peleados

La ventaja de la unidad que ha exhibido el peronismo en el Congreso parecía asegurar que irían todos juntos a las elecciones, como fueron a las presidenciales en 2023. (El cisma de fondo del partido es entre el peronismo del AMBA, que hegemoniza las fórmulas nacionales en los últimos años, y el peronismo del interior.)

En 2023 esa unidad le permitió al PJ y sus amigos de Unión por la Patria obtener 44% de los votos en la segunda vuelta. El electorado se mantuvo unido en las urnas pese a las disidencias entre los dirigentes, que son hoy tan profundas como lo fueron en 2023.

El interés por la unidad se mantuvo en el Congreso. En Diputados el peronismo perdió desde el año pasado sólo un diputado: de 100 bajó a 99. Y en el Senado, mantuvo 33 de los 35 legisladores, perdió apenas 2.

La pelea entre Cristina y Axel, de mantenerse estas constancias, parece agotarse en la superficie. Pero si el sectarismo en la cúpula prospera, la división pude provocar la aparición de dos listas peronistas en la provincia de Buenos Aires y ofrecer dos ventanas, que debilitarían al partido ante la oposición.

Todo el juego de Cristina se concentra en retener Buenos Aires. Es la razón por la cual ella misma puede ser candidata a diputada nacional. Es el mismo interés que anima a Kicillof, que está anotado para candidato a presidente en 2027. Si el peronismo pierde en 2025 la Provincia, Cristina ve amenaza su situación judicial. Y Axel entra en un cono de sombra para su proyecto presidencial.

Divídete y perderás

Hay quienes imaginan que la judicialización puede conducir a un revoleo de barajas, la renuncia negociada de los candidatos de las dos listas y el armado de una lista de unidad que junte al AMBA con el interior.

El electorado que lo hizo presidente a Javier Milei en la segunda vuelta estalló en pedazos y hoy las tres fuerzas principales que alimentaron el 56% están divididas: La Libertad Avanza (más un grupo de whatsapp que un partido), el PRO y la UCR están más separados que nunca.

Les va a costar remontar las inquinas en busca de una ventaja en las listas para representar al electorado no peronista, que se supone sigue unido como en 2023. Hoy el sector opositor en la Provincia festeja la posibilidad de la división del peronismo, entre Cristian y Axel, que le haría perder su principal herramienta ganadora. La Argentina es el país donde el que se divide pierde.

La ilusión de la tercera vía

Todos los protagonistas especulan con la novedad de la Boleta Única que debutará en las nacionales del año que viene. Este mecanismo prevé que habrá dos elecciones separadas, el mismo día o en fechas diferenciadas. El elector tendrá en el cuarto oscuro boletas identificadas con coaliciones que hasta pueden ser diferentes en las elecciones nacionales y las provinciales.

Esta pulverización de la lista sábana va de la mano de la política líquida y permite martingalas que seducen a los alquimistas del voto. Será una elección polarizada entre el cristinismo extremo y el mileísmo y sus socios.

La confrontación despierta la posibilidad de que prospere una tercera vía, que será en beneficio de quien ofrezca la mejor alternativa para no quedar atrapados entre los dos polos. Es la que aprovecharía un Sergio Massa, si es que puede despertarse después de la derrota del año pasado de la mano del cristinismo.

Una oportunidad para los republicanos

La polarización llama también a la posibilidad de que haya espacio para una propuesta moderada identificada con el voto republicano y comprometido con las instituciones. En la provincia de Buenos Aires y CABA, distritos vidriera del proceso de 2025, una tercera ventana convoca al protagonismo de dirigentes que representan este pensamiento republicano, que siempre ha estado lejos del cristinismo pero que tampoco se identifica con Milei y su alianza objetiva con el pacman Macri.

Un repaso de esa dirigencia convoca a nombres como Elisa Carrió, Miguel Pichetto o Alfonso Prat-Gay. Habrá que esperar a que maduren las propuestas que dependen hoy de los sondeos cualitativos sobre candidatos. En Buenos Aires, Kicillof asienta su disidencia (traición, según Cristina) en que hay encuestas que maneja la oposición que le dan una base de intención de votos de 30 puntos, que teme perder si queda pegado al desprestigio de Cristina -como debutante en política no admite que el peronismo es un producto para peronistas y que entre ellos Cristina tiene valor-.

Pero él no será candidato y Cristina quizás sí -es impensable que ella desprecie el poder que tiene en el peronismo más importante del país-. A menos que Axel repita la astracanada de Néstor Kirchner en 2009 con las candidaturas testimoniales. Todo es posible en Axel, que está iniciando su carrera política autónoma. Hasta ahora llegó adonde llegó de la mano de otros -de Cristina, claro, que se lo reclama-.

Su figura tiene ventaja en la pregunta sobre la intención de voto, pero encalla cuando se pregunta en las encuestas «para quién cree que gobierna Kicillof», el 29% dice «para todos», un 15% «para los ricos», un 11% «para la clase media», un 8% «para los pobres».

El dato más pesado surge del 37% que responde «gobierna para otros». Cuando se abre la nube de esa respuesta, surge que ese porcentaje considera que gobierna «para nadie», «para sí mismo», «para los corruptos», «para los amigos», «para Cristina».

Macri niega candidatura

La división del oficialismo también compromete a los protagonistas en CABA. Gastón Remy, bastonero del almuerzo-coloquio que mantuvo Mauricio Macri en Mar del Plata el jueves pasado, le preguntó si él estaba en el segundo tiempo (título de su libro) o en el entretiempo. Estoy en el segundo tiempo, respondió. Con lo que despejó la duda sobre si será o no candidato en el distrito santuario del PRO.

La tensión con Milei disminuye a medida que Mari avanza en el copamiento de la gestión del Gobierno nacional. Lo que transmitió en ese almuerzo, sobre el cual reclamó hermetismo a los participantes -ni tampoco admitió preguntas, se retiró sin comer bocado- es que las relaciones con Milei han entrado en una nueva etapa, en donde el presidente acepta entregar posiciones a cambio de una alianza electoral solvente que les permita, cree el Gobierno, ganar las legislativas con el 56% de los votos.

Hoy manejan encuestas que ven disminuido a cifras notables de desprestigio a Martín Lousteau, referente del radicalismo, que ha sido socio del PRO en los casi 20 años que cogobiernan en la Ciudad. Y la única vez cuando se enfrentaron, quedaron a dos puntos de ventaja (ballotage de 2015).

De comisariatos y Corleones

La intención de Macri de romper ese acuerdo motiva el avance de los dirigentes de La Libertad Avanza, que eligieron la CABA para festejar que obtuvieron la personería nacional. ¿No tenían otro lugar mejor para hacer esa fiesta que en Parque Lezama?

El PRO ha puesto en peligro la posibilidad de seguir controlando el distrito que gobiernan con éxito y consenso desde 2005 (primera elección exitosa Macri, a diputado nacional). Patricia Bullrich ha ascendido a posiciones cada vez más gravitantes en el gobierno de Milei. Ahora ejerce el comisariato ideológico y la reta a Victoria Villarruel, reflotando consignas montoneras contra Isabelita -si siguen retrocediendo en el túnel del tiempo se van a chocar con los dinosaurios-.

Si es necesario para correrlo al PRO y a los Macri del distrito, Bullrich puede ser candidata a la senaduría nacional. Macri ha negado cualquier posibilidad de salir al cruce de esa emergencia. Duro destino el de los Corleone de la política: «Intenté evitar que todo llegara a esto, pero no es posible. No en este mundo» (Michael, Padrino III).

Lousteau en tiempo de descuento

En cuarteles de invierno aguarda Horacio Rodríguez Larreta. Comprobó que tiene que estar lejos del PRO. Lo insultaron en la manifestación de los universitarios porque lo identifican con esa marca, que le ha costado desaires y ahora escupitajos. Larreta, sin embargo, es el dueño político del proceso transformador de la Ciudad, efecto de una agenda moderada que no es de extrema derecha conservadora como LLA y no les hace asco a alianzas con sectores más progresistas.

El prestigio del PRO en las elecciones se debe a la tarea de Larreta al frente del gobierno de la CABA durante 16 años (ocho como jefe de gabinete de Macri y otros ocho como jefe de gobierno él mismo). Buena parte del funcionariado de la Ciudad fue designado por él en cumplimiento de la alianza con el radicalismo, que tiene los días contados.

¿Cuánto tiempo pasará para que los Macri revisen esta relación, ahora que Lousteau dice que Macri recibe cargos a cambio de silencio? Lousteau controla, a través de su primo Guillermo Laje, el Banco Ciudad, y algunos ministerios y espacios importantes. Si los acontecimientos se precipitan es razonable pensar que Macri revisará su decisión de no competir por la senaduría de la Ciudad. Como Cristina, ha ensayado hacer política escondido entre bambalinas. Pero el rol de padrino es muy duro e incierto. Además, sale caro.

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