Desde el retrovisor del auto con sus buenos colgantes, hasta la funda del celular pasando por los tatuajes del brazo y la playlist que escuchamos de camino al trabajo, personalizamos prácticamente todo. Y, por supuesto, la restauración no se queda atrás.
Entrar a un restaurante ya no es solo cuestión de decidir entre carne o pescado; ahora, cada cliente busca un menú que encaje perfectamente con su estilo de vida, ya sea vegano, paleo, cetogénico o sin gluten. Pero si el cliente tiene la sartén por el mango al elegir entre tantas opciones, el verdadero desafío recae sobre los operadores, que deben asegurarse de que nadie, absolutamente nadie, se quede fuera. La diversidad en la oferta gastronómica es un terreno lleno de minas: satisfacer a todos y cuadrar cuentas al mismo tiempo.
En España, el panorama alimentario está cambiando rápidamente. Según datos de AECOC, 1 de cada 10 consumidores sigue una dieta rica en proteínas vegetales, mientras que un 12% se identifica como vegetariano o flexitariano. Para el sector HORECA, esto no es solo una tendencia pasajera, sino un reto que los obliga a reinventarse.
Los asadores tradicionales, donde el aroma a carne asada era suficiente para atraer a los comensales, ahora deben adaptarse a una nueva realidad: opciones veganas, sin lactosa y, si el cliente lo pide, pan sin gluten y ya que nos ponemos sin propósito en la vida, un poco como las ensaladas sin aliño. Porque la palabra clave ya no es “sabor”, sino “variedad”. El cambio suena bien en el papel para el cliente, pero en la caja del restaurador ya es otra cosa. Cada nuevo ingrediente especial supone no solo ampliar la carta, sino gestionar un inventario que parece una partida infinita de sudoku.
Encontrar proveedores de quinoa, tofu y leche de avena que sean buenos es misión de Indiana Jones. No es solo cuestión de hacer una llamada: se requiere ajustar los controles de calidad, manejar la frescura de productos más delicados, que sean sabrosos y no olvidemos el espacio que ocupan en almacenes diseñados para otros menús. Todo esto mientras intentas que los márgenes no se desplomen.
Al fin y al cabo, comprar carne al por mayor no es lo mismo que lidiar con el stock de productos mucho más nicho y volátiles en demanda. Aquí es donde el equilibrio se convierte en arte: ser capaz de atraer más público sin ahogar las ganancias con ingredientes exóticos o menús personalizados. Porque la clave no es tanto ofrecer de todo para todos, sino en hacerlo de manera rentable.
Sin embargo, la recompensa está ahí para los que logren descifrar este rompecabezas. Según ShopperView de AECOC, el 60% de los consumidores valoran positivamente una oferta más inclusiva. Es decir, que tu grupo de amigos y vos ,amantes de lo verde, puedan cenar en un restaurante vegano sin dejar fuera del grupo a Fernando, que le gusta pedirse una tira de asado de vez en cuando.
Sobre la firma
Pablo Foncillas
Columnista de la sección Economía
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