viernes, 22 noviembre, 2024

Vaca Muerta, Bolivia y el ejemplo para no repetir

Hace diez años, en 2014, Bolivia era un ejemplo para Latinoamérica. Especialmente para el progresismo interesado en los buenos modales con el mundo financiero. El 12 de octubre de ese año, Evo Morales era reelecto por el 61,3% de los votos, obteniendo mayorías legislativas envidiables. En medio de dudas por sus intenciones socializantes, había llegado a la presidencia en enero de 2006. Sin embargo, en aquel 2014 mostraba, orondo, que no solo era reelecto, sino que tenía a los mercados bajo su dominio. Una semana antes de las elecciones, su entonces ministro de Economía, Luis Arce, colocaba deuda en los mercados financieros internacionales por unos US$ 400 millones y pagaba una tasa del 3,7% anual. Una de las más bajas del continente. Mostraba ante el mundo que se podía ser bolivariano, hablar de revoluciones y hasta nacionalizar campos y empresas, e igual conseguir dólares baratos. Todo era posible por un dato irreductible: Bolivia exportaba 6.624 millones de dólares en metros cúbicos de gas natural, rompiendo un récord histórico y generando reservas para el Banco Central de Bolivia por un acumulado de US$ 15.200 millones. Otro récord. Todo era esperanza. Se hablaba de un Evo eterno y de una nación que podía dar, por fin, un paso adelante. En definitiva, había dos compradores de ese gas que no podían fallar: Argentina y Brasil. Al primer país, siempre en emergencia energética, se le había vendido cada año de urgencia impostergable gas natural a precio más alto que el del mercado, por unos US$ 22 mil millones.

La Bolivia de diez años después no cumplió ese mandato histórico inevitable. Una crisis interminable entre el ahora presidente, Luis Arce, y Evo Morales paraliza al oficialista Movimiento al Socialismo y amenaza con asonadas militares y civiles. A favor y en contra de cada uno. Todo esto, además de causas judiciales cruzadas donde se habla de corrupción, traición a la patria y abuso de menores. En 2023, las exportaciones de ese país llegaron a los 2.058 millones de dólares (69% menos que diez años antes), con reservas en el Banco Central de Bolivia en US$ 1.905 millones (87,5% por debajo de 2014). ¿Qué pasó en Bolivia? Simplemente, se acabó el gas. Simplemente, porque no hubo reinversión. Ni pública ni privada. Ni latinoamericana ni de fuera de la Patria Grande. Y no porque el sistema bolivariano lo haya impedido. A Bolivia se le caen las reservas, y el riesgo de invertir en el rubro en medio de semejante crisis política y económica, hace inviable el desembarco.

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Muy cerca, hay una opción más atractiva: Vaca Muerta. Argentina está frente a la oportunidad de convertirse en el principal polo exportador de gas a la región, desplazando a Bolivia y transformándose en el primordial proveedor del combustible al gigante económico de la comarca: Brasil. Solo habría que elegir la vía: a través de los mismos ductos ya instalados en Bolivia, a través de Paraguay gracias a inversiones privadas de ese país o desde territorio argentino a partir de un nuevo gasoducto que conecte ambos países a través de Uruguayana. O una combinación de los tres. Es un proyecto que tendrá que definirse en los próximos años. Lo cierto es que Argentina dejará de importar gas de Bolivia y con esto se ahorrará desde 2025 entre US$ 4 mil y 5 mil millones anuales.

Algo de esto fue mencionado por el empresario Damián Mindlin, presidente de Sacde. Dijo el lunes pasado que el país daba “fin a un hecho sin sentido. La Argentina importó 20 mil millones de dólares de gas boliviano en los últimos veinte años, cuando podíamos abastecer el norte con el gas de Vaca Muerta, con trabajo argentino, con inversiones en nuestro país y sin dilapidar divisas”.

Mindlin se refería a la inauguración de la reversión del Gasoducto del Norte con las obras del Gasoducto de Integración Federal Tío Pujio-La Carlota, que une el Gasoducto del Centro con el Gasoducto del Norte, y que comenzó a inyectar gas de Vaca Muerta hacia el norte del país. Con esto se pudo revertir el sentido del flujo del gas desde Bolivia hacia provincias como Córdoba, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja y Tucumán. Y que, además, podrá darle energía a la explotación argentina de litio en Salta y Jujuy. La obra de Sacde (Grupo Mindlin) y Techint incluyó la construcción de un gasoducto de 122,8 km de 36 pulgadas de diámetro, entre La Carlota y Tío Pujio, para conectar los gasoductos Centro-Oeste y Norte, y dos ampliaciones (loops) entre Tío Pujio y Ferreira de 64 km, con cañerías de 30 pulgadas de diámetro. Demandó una inversión de US$ 740 millones, de los cuales US$ 40 millones fueron financiados por un préstamo del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe; con lo cual el país aportó, solo, unos 200 millones de dólares. Los que probablemente hayan sido los únicos dólares de todo el primer año de Javier Milei destinados a la obra pública. El próximo año probablemente le abrirá a la Argentina la puerta al millonario negocio de envío de gas natural a Brasil. Esto, solo si las obras continúan. Sin embargo, para este destino no hay dinero programado en el proyecto de Presupuesto 2025. Por lo que se sabe, para esta y otras ideas, el Gobierno se niega a destinar fondos, ya que se considera que este tipo de cuestiones no son responsabilidad del Estado, sino del sector privado. Creen dentro del gabinete que las obras correspondientes al transporte de gas natural desde Vaca Muerta a cualquier destino deben ser financiadas por los privados interesados. Y que el mercado financiero voluntario local e internacional está hoy en condiciones de aportar créditos a tasa razonable como para acelerar estos proyectos. La idea oficial es que el resto de los ductos se concreten con la aplicación de la iniciativa pública-privada, a la chilena. Esto es, que el privado aporte la inversión y reciba una rentabilidad directa sobre la obra, cobrada a los beneficiarios. En este caso, las constructoras civiles trazarían e instrumentarían los gasoductos y oleoductos, para que luego las petroleras que utilizarán la estructura cobren por su uso. Se daría una curiosidad. Dado que las principales constructoras civiles del país y las petroleras son las mismas empresas, los que las ejecuten y los que utilicen los ductos podrían ser los mismos grupos empresarios.

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Mientras tanto, es tiempo de presentación de resultados de la actividad del tercer trimestre del año en las empresas energéticas vinculadas a Vaca Muerta. Y se confirma que se están rompiendo nuevos récords. Informó el viernes YPF que, durante el tercer trimestre, la producción de petróleo shale promedió los 126 mil barriles por día, lo que implica un crecimiento del 36% respecto al mismo período del año anterior y un 11% respecto al segundo trimestre de este año; y que representa el 49% de la producción de petróleo total de YPF. La petrolera es además ya la principal exportadora de petróleo del país y su acción ronda los US$ 28. Esto quiere decir que la compañía vale más de US$ 12 mil millones, precio superior al momento de la reestatización de la petrolera durante el gobierno de Cristina Kirchner.

También Pampa Energía mostró números y hay una actividad un 8% superior que un año atrás. Cifras similares preparan para presentar en sociedad Pan American Energy y el grupo Techint. En Vaca Muerta están también presentes las argentinas Pluspetrol y Vista, que rompe récords en Wall Street. Entre las extranjeras están Shell, Total, Chevron, Exxon, Petronas, Dow, Wintershall y Harbour Energy. Todas en su mejor momento en el país. La semana próxima podría definirse quién será el socio de YPF en la planta de GNL en las costas patagónicas de Río Negro, ante la sospecha de que los malayos de Petronas podrían retirarse del proyecto.

Hasta los precios internacionales ayudan. Con el panorama poselección de Donald Trump, y empujados además por el conflicto en Israel, los precios del petróleo y el gas continúan en ascenso.

Todo marcha con viento a favor. Solo queda que la clase política tome conciencia sobre la seriedad del asunto. Y de la necesidad de no repetir la historia de Bolivia. Hay tiempo. Se afirma que hay Vaca Muerta por treinta años más.

En los días previos y durante la planificación del Día D (6 de junio de 1944), el primer ministro británico Winston Churchill estaba ofuscado porque no podía convencer al presidente de EE.UU., Franklin Delano Roosevelt, de su estrategia sobre cómo llegar a la orilla francesa del Mar del Norte. El inglés pensaba en un gran desembarco, a todo o nada. El norteamericano era más conservador, y especulaba con un largo bombardeo constante, antes de llevar a sus tropas al territorio dominado por los alemanes. Churchill, quejoso, lanzó una frase que quedaría en la historia: “Siempre es sabio mirar adelante, pero difícil es mirar más lejos de lo que tus ojos pueden alcanzar”.

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