Contradicciones en la cultura

Señor Director: 

Se puede pensar que la misma diversidad de modos de vida necesariamente da lugar a conflictos, ya que se apoyan en formas contrapuestas, contradictorias de entender la vida personal y social, y de concretarla, aunque ésta no es la única causa.

Desde los defensores de las libertades se reafirma la idea de límites necesarios para la convivencia: no se pueden pretender derechos o libertades que perjudiquen o dañen a otros, y tampoco es lícito apelar al poder de cualquier orden (institucional o de masas) para imponerlos. Se reafirman así las contradicciones que lesionan de algún modo a los más débiles o vulnerables, porque no tienen los medios para defender sus libertades del poder que se ejerce sobre ellos, mientras se reafirman ideas y prácticas sin validez, solo la de decir «tiemblen, que somos más».

Una de esas contradicciones pasa por la libertad de expresión, que es anulada por lo «políticamente correcto», ideas o ideologías que se erigen como las únicas verdades y cancelan a los que piensan diferente. Cancelar significa –según el Diccionario de la Real Academia (RAE) –, tanto «anular» como «borrar de la memoria, abolir o derogar algo».

La doctora Cohen Agrest realiza un interesante análisis de la cultura de la cancelación en su obra Elogio del disenso, de 2021. Por una parte, señala que no hay nada nuevo en esta práctica, realizada hace miles de años mediante el «chivo expiatorio» o el «destierro», pero que presenta un nuevo rostro: el de las acciones que se realizan a través de los medios masivos y las redes. Dice también: «Cancelar la cultura no es una novedad porque siempre existió, en forma de rumores, susurros y campañas de difamación. La velocidad, el descuido y el relativo anonimato de las redes sociales no han creado una nueva forma de intimidación; simplemente han facilitado y exacerbado una costumbre antiquísima». Y señala también cómo se utiliza el lenguaje para impactar en la audiencia, porque no importa la verdad de la información, sino el efecto.

El problema de fondo son los nuevos dogmatismos que buscan la «conformidad ideológica» y tienen como efecto evitar los debates abiertos y tolerantes, característica necesaria de una democracia real. Debates que no pueden reducirse al ámbito político, sino que son propios de toda la vida social cuando hay cuestiones que afectan, tanto a personas concretas como a grupos, comunidades o aún a las generaciones futuras. Silenciar a los demás no son formas democráticas de proceder, sobre todo, cuando se impide hablar de determinados temas porque hay leyes que permiten ciertas prácticas. Es importante comprender que las leyes no son estáticas, y cuando lesionan derechos exigen ser revisadas, porque se aprueban y promulgan sin suficiente reflexión y fundamento, muchas veces para conseguir votos o satisfacer demandas de grupos que «gritan más». Se cancelan así hasta las palabras que designan las realidades, palabras como aborto, eutanasia, corrupción, delincuencia, como si al prohibirlas la realidad se esfumara.

Hasta se intenta anular la posibilidad de dar y recibir la información necesaria para que las personas tomen decisiones libres, información fundamental, sobre todo ante lo irreversible. Se habla de justicia, pero al negar esta información se comete injusticia, porque las consecuencias la sufren personas concretas. Y muchas veces estas actitudes de cancelación parten de la necesidad de pertenencia a grupos que marcan o delimitan lo que sería «políticamente correcto», corrección indemostrable y dudosa porque no admite discusión. Esto indica también que, mientras existan relaciones de poder que avalan determinadas posiciones, hasta los debates pierden eficacia para alcanzar a precisar lo justo y lo correcto, y se mantiene o acrecienta la intolerancia que intenta cancelar al que piensa diferente.

La democracia no es ya, es un camino, y explicitar las piedras que afectan la libertad, como la práctica de anular o silenciar a los demás sin asumir la responsabilidad de las propias acciones, es un modo de trabajar para concretarla. MARÍA ELENA RADICI RESISTENCIA

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